martes, 28 de mayo de 2013

La inmortalidad de las historias "The Great Gatsby"


Las obras que son categorizadas como las “grandes de la historia”, tienen una cualidad en común que se repite y que permite darle tal categoría. Esa cualidad es su existencia atemporal, esas obras que vulgarmente dicen que “pasan la prueba del tiempo” y parecen perfectas para cualquier época en la que se encuentre existiendo. La razón para que esto se dé es variada, pero principalmente se debe a que tocan el tema que por más que nuestra cultura evolucione de las maneras más insólitas, no va a poder eliminar… nuestra condición como humanos.

Durante los felices años 20 Estados Unidos pasó por una época de gran cambio y abundancia. Los hijos de la primera guerra mundial festejaban con la prosperidad de la victoria y dentro de los jóvenes que en algún momento participaron en la guerra, salieron  varios artistas a los que Hemingway famosamente llamo “Generación Perdida”. F. Scott Fitzgerald  fue uno de ellos y con su novela  The Great Gatsby,  representó una época. Tristemente, el relato sobre la decadencia del sueño americano no le dio a Fitzgerald su fama en vida sino que, tiempo después de su muerte es que se le reconoce su gran aporte.

En cine se ha adaptado varias veces la novela, siendo la más famosa de estas la protagonizada por Robert Redford y Mia Farrow, con un guion escrito por el ya entonces famoso Francis Ford Coppola. Contenía buenas actuaciones, pero la película solo armaba una grande, poco conmovedora, monótona narración.


Después de otra cinta para televisión y otros homenajes varios, llega el proyecto de una nueva adaptación a manos de Baz Luhrmann, conocido por sus éxitos como la modernización de Romeo+Julieta, el gran musical Moulin Rouge! y su más reciente Australia. Un director que se caracteriza primordialmente por su estilo visual, colorido, vistoso y grandilocuente. Jamás hubiera pensado en él como primera opción para que tomara las riendas de la adaptación, pero no deja de ser alguien  con interesante visión.

Pero independientemente de quien adaptara la obra queda claro que es un libro no fácil de traspasar al cine. No porque su hilo argumental fuera complicado, sino porque la obra se centra más en las reflexiones que su protagonista Nick Carraway tiene sobre la trama en la que se ve envuelto. Luhrmann hizo un buen intento, considero que incluso mejor que las anteriores versiones, pero simplemente no logra dar la profundidad necesaria que requiere la obra que al mismo tiempo debe mantener una decente experiencia cinematográfica.

Leonardo DiCaprio interpreta con la fenomenal habilidad que lo caracteriza a un millonario excéntrico y anfitrión de grandes fiestas llamado Jay Gatsby, que tiene como meta de vida estar con su amada Daisy Buchanan quien le da vida una Caery Mulligan que siento le hizo falta imprimir un poco de más de alma. Desafortunadamente para Gatsby, Daisy ya está casada con otro millonario que encarna un muy desenvuelto Joel Edgerton, que con gran actitud hace viva las infidelidades de Tom Buchanan. Todo esto lo vemos por los ojos del verdadero protagonista Nick Carraway, quien recuenta la trágica historia, llena de excesos, fiestas, y la ilusión de creer poder controlar la vida misma. Carraway empieza con un gran entusiasmo sobre la vida, pero al final se entera de que esta echa la supuesta felicidad en la riqueza y su retrato fue excelentemente interpretado por Tobey Mcguire.


El director apostó por una puesta de escena bastante colorida y vibrante como es de su costumbre. Fue desafortunado para mí encontrarme con un gran contenido de CGI (imágenes generadas por computadora) y había momentos en que extrañe que una cámara filmara un lago de verdad en vez de un escenario salido de un videojuego. Hay momentos en que las imágenes están diseñadas nada más para “alegrar el ojo”, pero realmente no aportan narrativamente. Por otro lado, hubo momentos en que Luhrmann jugó con ciertos efectos de edición para crear escenas que me cautivaron y que fueron efectivas al mostrar de manera surrealista los estados emocionales del protagonista.

Ya en la segunda mitad de la película, la misma trama obliga al aspecto visual ser más conservador. En una magnifica puesta de escena donde los personajes se desvelan con su verdaderas intenciones podemos ver el poder del material en que la cinta está basada, pero por alguna irritante razón el señor Luhrmann olvidó la cátedra de lenguaje cinematográfico 101. Entiendo que quisiera transmitir de alguna forma la prosa y la literalidad física de la obra misma, pero falló al poner frases flotantes en medio de la pantalla, transcribiendo lo que la narración del personaje de Mcguire ya nos decía. Como una pobre presentación de PowerPoint.

La intención de Luhrmann es apreciable. El querer presentar esta historia para la actualidad, para la sociedad de hoy en día, es un movimiento interesante y con el que se le perdonan algunos anacronismos como la música, el vestuario y el ambiente como tal, que no son de la época pero que nos permiten entender como miraban las cosas le gente de entonces. Lamentablemente lo único que permite realmente mantener de pie a la cinta es el excelente material en el que está basada. La historia que escribió Fitzgerald en aquellos años sigue siendo relevante hoy  en día como reflejo de nosotros como personas y sociedad. La película siguió la historia, pero prefirió desviarse por el entretenimiento visual a expensas de sumergirse más adentro en los temas humanos de la novela.

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Calificación: 3 Luces verdes de 5 (En serio, una presentación de PowerPoint)

jueves, 2 de mayo de 2013

¿Cómo es que un tipo dentro de un traje de hierro que dispara lasers es aburrido? "Iron Man 3"



Algo que he aprendido desde que comencé con mi afición a ver películas, es que uno tiene que saber ponerse en el humor adecuado, al mismo tiempo de aprender a ver de todo. Esta cuestión del humor aplica para todas las artes de entretenimiento que están inundadas de diferentes estilos y presentaciones. Junto a este humor establecido, también se genera una obvia expectativa que queramos o no, siempre se posara sobre nuestras cabezas antes de atestiguar una obra, sea teatral, musical, cinematográfica, etc. La expectativa se genera basada en el humor que estableciste para ver la película, es decir en palabras menos vagas, que cuando vas a ver un género como drama, te ajustas a ti mismo para el drama y esperas un buen drama. Lo mismo va con el terror, al cual te preparas psicológicamente y esperas buenos sustos, o como con una pieza de cine arte, de la cual no esperas algo convencional.

En esta ocasión puse mi parte del trabajo como buen espectador y ajuste mi humor para ver una cinta de acción-aventura y deje que la película cumpliera con su parte e intentara estar a la altura de mis expectativas en lo que respecta a la tercera película de Iron Man. Triste e irritantemente, no lo fue.


La principal diferencia de este episodio de la franquicia con sus antecesores es que no tenemos el mismo director, Jon Favreau, quien creó tuvo una correcta visión al adaptar el comic a la gran pantalla. Su reemplazo fue Shane Black quien tiene una trayectoria con gran experiencia en el cine de acción y que ya había trabajado con Robert Downey Jr. en la interesante “Kiss Kiss Bang Bang”. Al principio no creí que la visión tuviera un cambio tan drástico como lo tuvo, teniendo en cuenta que esta era una franquicia que produce millones y que busca que los espectadores no noten cambios entre estreno y estreno, pero la visión de Black divergió mucho de la concisa y divertida de Favreau y esto queda mucho más claro ya que Black mete mano al guion, siendo en gran parte su responsabilidad artística. Lo triste es que el señor Black no supo llevar la esencia de la saga, convirtiendo Iron Man 3 en un consolador gigante y húmedo para las masas hambrientas.

Comedia desubicada, poca profundidad de personajes y mala utilización de ellos, pobre adaptación de la historia misma y casi nada de intensión de querer hacer creer a uno lo que estaba viendo, incluso la edición fue burda y de ritmo desigual. Casi no les puedo describir mi decepción al salir de esa sala ya que fui testigo de cómo se hace una película de acción-aventura que no se preocupa por entregar buen entretenimiento, sino que se limita a ser una mera complaciente del público de pequeños momentos. Hubo más de una ocasión en que fruncí mi seño, consternado por la cantidad de bromas innecesarias y por la poca claridad del argumento, en el que ni siquiera tenía la decencia de hacer justica a la obra original (El concepto del Mandarín es paupérrimo).


Lo momentos que puedo salvar son escasos. La secuencia al final de los varios trajes fue entretenida y no puedo negar de que Downey Jr. tiene una habilidad y soltura grandísima para poder encarnar a Tony Stark en todo su sarcástico y egocéntrico ser, pero no fue suficiente para mantener en pie mi interés. Guy Pearce, con todo lo buen actor que es, no pudo hacer gran cosa con ese despojo de personaje irritante y patético y no pudieron evitar que el personaje de Pepper cayera en el estereotipo de damisela en peligro.

Al final, la gota que derramo el vaso fue la longitud de la cinta que no hacía más que rellenarse como un pavo de cualquier dialogo “irónico” que los escritores se les hubiera ocurrido poner en la boca de Stark. Entiendan, cuando una película es aburrida y más con un argumento que no es muy claro (ataques de ansiedad de Tony), esta no puede permitirse ser más larga. Iron Man 3 fue una decepción y una grande ya que la idea de las películas sobre superhéroes tiene un grandísimo potencial de salir de un estereotipo y hacer respetar su propio genero. Lamentablemente, ya sabemos hacia donde está apuntando Marvel, lo cual me hace poco entusiasta sobre nuevas producciones de ese universo.

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Calificación: 2 Relojes de Dora de 5 (¿Un hueco el cerebro? ¿Pero que mier...)