viernes, 13 de febrero de 2015

¿Por qué BIRDMAN debería ganar el premio de la academia?


Entre los contendientes del premio de la academia a la mejor película se encuentra Boyhood, filme de Richard Linklater que ha cautivado a los críticos de su país y que le ha asegurado un puesto entre los más prestigiosos cineastas. Un prestigio viejo que esta vez tiene sabor a academia, porque Linklater siempre ha sido un gran director. Dado que los críticos perdieron la cabeza con su último film, obviamente era esperado ver como se formaba una nube de snobismo sobre cualquier conversación que tuviera como tema a Linklater y Boyhood. Es por esto, y muchas otras cosas, como dije ya en el pasado, que esta película será la ganadora del premio a la mejor película del año.

No tenía problema con eso. Boyhood es una gran película. Aunque, no por las razones que el público, en su mayoría, piensa. Realmente, no hay mucho de especial en filmar una película durante una semana todos los años. Si bien parece la gran proeza, en la sala de edición nos damos cuenta que no lo es. La grandeza de Boyhood no se encuentra en su parte técnica (de hecho, es ahí donde se encuentran ciertas falencias) sino en su tono vanguardista y en su presentación estética que recuerda a un performance. No todos pueden estar de acuerdo. Habrá los que dicen que es un gimmick, un truco, una fachada para vender la idea al público. Pero si analizamos el peso que la realización tuvo dentro de la historia, nos daremos cuenta que las sensaciones y reflexiones que el filme expone, no hubieran sido posibles sin ser realizado como lo fue. Además, Linklater es un excelente escritor de personajes, lo cual completa una experiencia más completa.


He de aceptar que los términos se vuelven algo abstractos cuando se intenta justificar a Boyhood. Inclusive, hasta expresiones como «Tiene un no sé qué» podrían ser utilizadas. No siendo algo malo, creo que las más grandes películas no hacen eso. No dejan a un espectador en duda. No dejan que nos preguntemos si acabamos de ver una obra maestra o nos estafaron intelectualmente. Está bien si la ambigüedad invita a la reflexión del cine como arte y forma de expresión, pero pareciera, en el caso de Boyhood, que tal invitación se queda en una fiesta que no se realiza nunca.

Donde sí creo que hay fiesta y hay mucho por celebrar es en la última cinta de Alejandro Gonzales Iñarritu. Birdman es el mejor acierto cinematográfico que se haya filmado en Estados Unidos desde hace mucho tiempo. Coincidencialmente, pareciera que también quisiera venderse como un perro de un solo truco, pero vaya que esta errado el que piense así, porque la experiencia que Birdman ofrece es sin precedentes.

Las cualidades que encontramos en la cinta van más allá de lo técnico, pero entendería a cualquiera que no pudiera dejar de hablar sobre ello. El trabajo que Iñarritu y su DP, Emmanuel “Chivo” Lubezki, ensamblaron, es de locos. Experimentos de filmar una película como un solo plano secuencia ya se habían hechos antes. Muy famosamente por Alfred Hitchcock en la «La cuerda» y por el director ruso Alexander Sokurov por su aclamada «Arca Rusa». Podríamos decir, que Iñarritu sigue la misma línea, la misma ambición técnica, y la lleva un poco más lejos. Cuesta imaginarse como lo hicieron. A pesar de lo aparatoso de la realización, la fotografía es muy consistente y la identidad grafica de la película se mantenía durante toda su proyección. Es cuestión de cirujanos, de maestros que ensamblaron todo perfectamente para que el cuadro nunca quedara vacío.


El plano secuencia en la película no tiene los problemas, que tal vez, Boyhood enfrenta al ser interpretada por el espectador, e Iñarritu toma una acertadísima decisión de no pavonearse de sus maromas técnicas. Al enfrentarnos a la idea de que Boyhood fue filmada durante 12 años, pareciera que tuviéramos que forzarnos para dar una interpretación de tal hecho ¿De verdad importa? ¿La historia hubiera sido diferente si se hubiera filmado durante 3 meses? Yo creo que no, pero habrán los que piensa que sí. El uso del plano secuencia en Birdman no sufre de tales dudas porque no está para impresionar o para hacer movimientos estrambóticos, sino para contar una historia. En reiteradas entrevistas Iñarritu ha dicho que buscaba un efecto de encerramiento que la edición en cine no permite. Al no cortar la imagen, atrapa a sus personajes en una sola secuencia de eventos de la que no pueden escapar con una simple elipsis. Por eso es que la cámara es humilde, y solo se limita a seguir los personajes, a enfocarse en objetos o circunstancias cuyo único propósito es contar una historia. Tal vez Brian de Palma no estaría de acuerdo con esto, pero para mí es brillante, porque no distrae a la audiencia de lo que de verdad importa, que es lo que a Alejandro le importa mostrarnos: la lucha de sus personajes.

El interés al contar una historia en los filmes de Iñarritu se concentra en el viaje emocional de sus personajes. Sus obras anteriores lidian con los mismos temas de lucha y tragedia, pero coincido con algunos, que aquellas películas se manejaban con una carga emocional tal, que podía dejar exhausto al espectador. Esos temas se siguen manejando en el cine de Iñarritu, pero esta vez bajo un tono de comedia, lo cual es muy bien recibido. Soy fanático de los estudios de personaje y de cómo estos se enfrentan con sus problemas, pero que Iñarritu me presente esto de una forma tolerable, en la que incluso, uno se pueda reír de sí mismo, representa una clara evolución en su cine.


Alejandro extiende sus límites artísticos a tal punto de alejarse del realismo que tanto lo caracteriza. Bien sabido es su desdén por películas llenas de efectos especiales y superhéroes. Pero a la hora de utilizar las mismas figuras icónicas de este tipo de cine en Birdman, se nota que disfruta haciéndolo. La incorporación de elementos del realismo mágico para comentar sobre la psiquis del personaje es ingeniosa y da para una de las escenas más divertida de la película. Hablando de estas escenas, creo que hacen parte del único (minúsculo) problema que tengo con el filme. Si bien el final de la película es el único punto que nos hace preguntarnos sobre la realidad que estamos viendo, muchas de las escenas oníricas que se presentan en la cinta son justificadas dentro de un marco de la realidad. Iñarritu, en vez de seguir con el juego, pudiendo sugerir muchas más cosas, prefiere poner los pies de la audiencia en la tierra, y sacarnos del sueño. Me imagino que agarrado de esa realidad que tanto ama.

Y al mismo tiempo que realiza estos estudios de personajes, establece un comentario sobre la industria cinematográfica, la forma como la crítica mal enfocada perjudica al arte y la lucha misma del artista y su dualidad como persona natural que busca ser amada. No es extraño que introduzca en el filme el  grandioso cuento escrito por el legendario Raymond Carver «What We Talk About When We Talk About Love» (De qué hablamos cuando hablamos del amor), cuya idea central se alinea con la de la cinta y nos hace esa misma pregunta ¿Qué entendemos por amor? ¿Cómo lo diferenciamos de la simple admiración? El protagonista, quien en su época fue muy reconocido, hoy lucha por ser amado de nuevo, pero por algo que valga ¿Qué vale para nosotros? ¿Cuál es la diferencia de ser grande en el teatro o en el cine de blockbusters? Como dice Iñarritu, todo reside en el ego y como este puede ser tan fuerte que lo escuchamos como una voz dentro de nuestra cabeza.

La carrera todavía sigue y todavía creo que Boyhood se llevara la estatuilla. No creo que sea la mejor película de Linklater. Esa todavía está a la espera, y pues, si gana un premio de la academia, tampoco sería lo peor. Birdman, por otro lado, tal vez no se lleve el oro, pero formara legado sobre lo que es hacer verdadero y gran cine. 

10/10

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